Ir al contenido principal

Entradas

¿Sientes el miedo?

        Sentía la garganta seca, necesitaba tomar agua, necesitaba alivianar quitarme aquella sensación de la garganta, no aguantaba más, estiré mi brazo a la derecha, donde suele estar mi vaso con agua encima de la mesita de noche, pero luego de un rato de tantear sin éxito, decido levantarme, el vaso no está, pero juraría que antes de ir a la habitación pase por la cocina a buscar ese vaso de agua que ahora no está, sé que lo traje, nunca voy a la cama sin mi vaso con agua. Debe de ser más de las 2:00 a. m., pero no logro ubicar el reloj con la alarma, todo se siente tan raro, reúno todas mis fuerzas, aún tengo sueño y ahora me siento cansada por la sed, siento que se me desgarra la garganta, intento pasar saliva, pero es una tarea difícil, casi imposible; logro levantarme de la cama, la habitación se siente más fría, ¿la calefacción? dañada, ¿época del año? Otoño, frío otoño, y aunque estoy abrigada, el frío traspasa mi abrigo, mis medias, mis guantes, absolutamente todo.    
Entradas recientes

En la noche te perdí

        Fue nuestra última noche juntos, y debo de admitir que fue nuestra mejor noche. Las risas nunca cesaron, siempre miradas cómplices, casi con picardía, ¿pretendes qué todo aquello se me olvide? No lo creo. Fue casi un adiós, sin darnos cuenta nos despedimos.  Tomaste mi mano, y bailamos al ritmo de alguna canción que teníamos en nuestras mentes, tu agarre tan fuerte me hizo creer que estaríamos juntos por un largo tiempo... ¿Qué fue realmente lo qué pasó? Me miraste, me besaste, me abrazaste, ¿qué fue lo qué ocurrió? Recosté mi cabeza en tu pecho aquella noche, tu mano subía y bajaba por mi espalda a un ritmo lento, no quería que aquel momento acabara nunca, quería seguir abrazándote, sentir el golpeteo de tu corazón, poder seguir sintiendo tu respiración... Todo de ti. Pero a la mañana siguiente no estabas, ni llegaste aquella noche, esperé por ti los siguientes días, fue como si nunca hubieses existido.  Y esa noche te perdí para siempre.

El lado oscuro...

         No puedo explicar en que momento empezó todo, no tengo alguna fecha o una hora exacta que haga referencia, solo empezó y ya. Primero fue la tristeza, en mi vida había constantemente tristeza, la felicidad ya no formaba parte de mi, no formaba parte de lo que era yo, ni siquiera momentáneamente, simplemente ya no existía. La tristeza había llegado y se había instalado en mi, todo empezó poco a poco, supongo, pero para cuando ya me había dado cuenta solo estaba ahí, consumiendo cada pequeña parte de mi.  Y es que eso me llevó a los siguiente, que fue el enojo, me sentía enojada, me sentía molesta de qué estuviese triste todo el tiempo, de que no hubiese felicidad o cosas buenas en mi vida, me molestaba, me enojaba, tenía mucha furia en ni interior, en mi solo habitaba la tristeza y el enojo, el amor también había quedado a un lado, y eso me causa también mucho enojo, y no entendía cuando había ocurrido todo esto, pasó todo de una manera muy silenciosa. Luego, simplem

Ya no te amo.

        Ella esta sentada en la mesa, en su habitual asiento, se puede sentir la tensión en el ambiente, y cada minuto que pasa aumenta. —¿Puedes por favor decirme qué está pasando? –Polly siempre ha sido una chica impaciente, muy opuesta a lo que soy yo. Puedo ver miedo, terror y angustia en sus ojos castaños, en su bello y pálido rostro. Trato de pensar como decirlo, más temprano ese día estuve ensayando formas de decirlo sin que doliese tanto, pero todas eran malas, y cada una un poco más mala que la anterior. —Polly... –Hice una pequeña pausa. —Las cosas ya no están funcionando para mi. —¿Qué quieres decir con eso, Peter? –Su rostro dejaba ver cuanto terror estaba sintiendo en ese momento, ella comenzó a frotarse las manos, un gesto que conocía a la perfección, estaba nerviosa por lo que venía, y necesitaba mantenerse en centrada, fuerte.    —Quiero decir que no siento que sea lo mismo, o que seamos lo mismo. —No estoy comprendiendo, ¿no somos lo mismo? 

Pasión, placer y sudor.

         Entras cierras la puerta y apagas la luz, la temperatura sube significativamente unos cuantos grados en aquella habitación. Me ordenas qué me quite aquella camisa, y desabrochas mi sujetador, tu chaqueta cae al piso y tu boca reclama la mía. Otras prendas de ropa caen al piso; jadeante sigues tu camino hacía mis senos, dulce juego de placer. Mis manos viajan hacía tu espalda, puedo sentir cada movimiento de tus músculos. Sigues tu camino hacía mis caderas, de mis labios escapa un gemido, sentimientos fuertes empiezan a florecer; la temperatura sigue subiendo, otras prendas de ropa siguen cayendo al piso. Piel con piel, nos encontramos en aquella cama, espalda arqueada, derrochando pasión, derrochando lujuria, deseo. —Tómame.  –Logro decir entre jadeos.           Sin más rodeos me reclamas como tuya, puedo sentir el placer en mi abdomen creciendo, intenso, fuerte. Embestidas rápidas, besos fugaces. No resisto más, mis uñas en tu espalda, jadeante me aferro al p

Suspiro...

                    Suspiro por mi, porqué no aguanto el aire que se encuentra en mis pulmones. Suspiro por ti, ya que siento que me ahogo el mar de sentimientos y emociones.  Suspiro porqué no sé que hacer. Suspiro por el amor, porqué tengo tanto amor acumulado, y no existe una persona aún a quien pueda expresarlo, de alguna forma hay que expulsarlo. Pero también suspiro por el miedo, que no voy a hablar mucho de el ya que me produce terror, pero suspiro, porqué dejo salir parte de ese miedo, suspiro para dejarlo a un lado. Suspiro porqué ya no sé que pensar. Le suspiro a la vida, le suspiro a la muerte, qué siempre he tenido uno y he adorado a la otra. También le suspiro al bien y al mal, al balance que crea, suspiro porqué se que en mi hay más mal que bien. Suspiro porqué me hace bien.

Nosotros...

        Pensé en él, pensé en un nosotros; y mi corazón dio un gran salto, cada sentimiento, cada emoción era más fuerte con tan solo pensar en esas dos cosas. Me inundó la tristeza de no poder estar con él. Las lágrimas empezaron a salir, no había nada qué me calmara ya, solo él, y no estaba. Había pasado una semana sin que llorara, no podía parar de hacerlo ahora por más qué lo intentara. Esta noche no sería la excepción de las demás... Triste, larga y solitaria.