Ella esta sentada en la mesa, en su habitual asiento, se puede sentir la tensión en el ambiente, y cada minuto que pasa aumenta.
—¿Puedes por favor decirme qué está pasando? –Polly siempre ha sido una chica impaciente, muy opuesta a lo que soy yo.
Puedo ver miedo, terror y angustia en sus ojos castaños, en su bello y pálido rostro. Trato de pensar como decirlo, más temprano ese día estuve ensayando formas de decirlo sin que doliese tanto, pero todas eran malas, y cada una un poco más mala que la anterior.
—Polly... –Hice una pequeña pausa. —Las cosas ya no están funcionando para mi.
—¿Qué quieres decir con eso, Peter? –Su rostro dejaba ver cuanto terror estaba sintiendo en ese momento, ella comenzó a frotarse las manos, un gesto que conocía a la perfección, estaba nerviosa por lo que venía, y necesitaba mantenerse en centrada, fuerte.
—Quiero decir que no siento que sea lo mismo, o que seamos lo mismo.
—No estoy comprendiendo, ¿no somos lo mismo?
Vacilé un momento.
—Polly ya no siento lo mismo por ti.
Se hizo un silencio sepulcral en aquella cocina, podía escuchar los latidos de su corazón acelerado, latiendo a mil por segundo. Aquello dolía. El silencio siguió por unos cuantos minutos, y pensar que unas semanas antes en aquella cocina reinaría las risas, los abrazos y los besos.
—Peter... Yo, no creo esto, tiene que ser una broma... Una broma de mal gusto. –su voz se quebró. —Yo de verdad no lo creo, Peter por favor. –Sus ojos estaba cubiertos por una fina capa de lágrimas, aparté la mirada.
—Polly, por favor no hagas esto más duro, sobretodo para ti, hablo en serio. No estoy haciendo ninguna broma, ningún chiste, nada. –Fijé la mirada en la mesa.
—Peter, sabes que te amo. Esto se puede arreglar. Tenemos que hablarlo, como hemos hecho siempre.
—¡Es qué ya no quiero hablarlo ni solucionarlo! –Mi voz subió unas octavas.
Volvió a reinar el silencio.
—¿Ya no me amas? –Pregunto apenas con un hilo de voz, la capa de lágrimas en sus ojos ahora era gruesa, y pesada, luchando por salir de sus ojos.
—No Polly, ya no te amo.
En un gesto rápido apartó su mirada hacía la ventana y pasó su mano por su mejilla, limpiando alguna lágrima traicionera. Se levantó de la silla y pasó por mi lado sin mirar, la escuché tomar las llaves y salir. El ronroneo del carro me indicó qué su partida era inevitable.
Poco después todo volvió a quedar en silencio, ahí se iba el amor de mi vida.
—Perdóname, Polly. –Le dije a su fantasma, ya no podía contener las lágrimas, poco a poco mis piernas fueron cediendo y terminé llorando en el piso, totalmente inconsolable.
—¡Maldito cáncer! –Todo se apagó.
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