Entras cierras la puerta y apagas la luz, la temperatura sube significativamente unos cuantos grados en aquella habitación.
Me ordenas qué me quite aquella camisa, y desabrochas mi sujetador, tu chaqueta cae al piso y tu boca reclama la mía. Otras prendas de ropa caen al piso; jadeante sigues tu camino hacía mis senos, dulce juego de placer.
Mis manos viajan hacía tu espalda, puedo sentir cada movimiento de tus músculos. Sigues tu camino hacía mis caderas, de mis labios escapa un gemido, sentimientos fuertes empiezan a florecer; la temperatura sigue subiendo, otras prendas de ropa siguen cayendo al piso.
Piel con piel, nos encontramos en aquella cama, espalda arqueada, derrochando pasión, derrochando lujuria, deseo.
—Tómame. –Logro decir entre jadeos.
Sin más rodeos me reclamas como tuya, puedo sentir el placer en mi abdomen creciendo, intenso, fuerte. Embestidas rápidas, besos fugaces. No resisto más, mis uñas en tu espalda, jadeante me aferro al primero orgasmo.
—Sigue, no pares, por favor.
Las cosas cambian, ahora soy yo quien lleva el mando. Puedo sentirte, me gusta sentirte. Colocas tu manos al rededor mi cuello, causando aún más placer, no entiendo como es posible esto. Me haces sentir como una diosa, soy una diosa, y tu eres un Dios. Guío los movimientos, disfruto tu cara, llevada por el placer del momento.
Movimientos rápidos, movimientos lentos. Puedo sentir gotas de sudor bajando por mi espalda, en mi pecho, por mi frente... Puedo sentir tu respiración acelerada junto con la mía, puedo sentir cada embestida más fuerte qué la anterior, y tus manos y dedos haciendo magia con mi cuerpo.
Mis movimientos se convierten cada vez más un poco violentos y rápidos, casi salvajes.
—Eres mía. –Tu voz es más ronca.
En medio de un gemido logro responder —Soy tuya.
Más movimientos rápidos y fuertes, casi bruscos. Nuestros cuerpos están cubiertos de una fina capa de sudor, por el esfuerzo, por el sexo.
—¡Carajo!
Una sola palabra y una sensación es lo qué necesito para saber que alzaste el clímax, que has llegado al orgasmo, y yo junto a ti.
Respiraciones entrecortadas es lo único que se puede escuchar en aquella habitación a oscura, junto con el fuerte golpetear de nuestros corazones.
Nos fundimos en un beso, así es como acaba nuestro encuentro.
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